Si hay una herramienta sagrada para cualquier usuario de Windows, desde el más casual hasta el técnico más curtido, es el Administrador de tareas. Ese oasis al que acudimos cuando todo falla, cuando una app se congela o cuando necesitamos matar un proceso rebelde. Por eso resulta casi poético —y un poco trágico— que una actualización de Windows 11 haya conseguido que cerrar esta herramienta no solo no la cierre, sino que la multiplique. Sí, como los Gremlins.
El fallo se ha detectado tras la instalación de la actualización opcional KB5067036, lanzada recientemente para los usuarios de la versión 23H2 de Windows 11. Lo que debería ser una acción tan inocente como pulsar la «X» en la esquina del Administrador de tareas se convierte en una trampa: el proceso no se cierra realmente y, al volver a abrir la herramienta, se generan múltiples instancias activas en segundo plano. No hay aviso, no hay advertencia, solo un sistema que empieza a acumular procesos como si fueran Pokémon.
Esto, claro, no tarda en pasar factura. Algunos usuarios han reportado ralentizaciones, aumentos notables en el uso de CPU y memoria, y en general una degradación del rendimiento del sistema. En entornos más técnicos, donde se monitorizan los procesos activos, el problema es evidente: cada intento de cerrar el Administrador genera una nueva instancia oculta que sigue corriendo alegremente entre bambalinas. Aunque no se trata de un fallo catastrófico, sí es lo bastante molesto como para afectar a la experiencia diaria de muchos usuarios.
¿Y qué dice Microsoft al respecto? Pues nada. Al menos por ahora. El fallo ha sido reportado en foros y comunidades como Reddit, pero la compañía no ha emitido ningún comunicado oficial. Teniendo en cuenta que se trata de una actualización «preview», podría decirse que están testando los límites del absurdo antes de lanzar el parche definitivo. Pero incluso bajo esa lógica, uno esperaría que el cierre de una ventana hiciera… bueno, lo que dice que hace.
Mientras tanto, quienes se vean afectados por este bug tienen dos opciones: evitar la actualización en cuestión (si no la han instalado aún) o recurrir a métodos alternativos para gestionar las instancias del Administrador. Una opción es usar la línea de comandos (taskkill /f /im Taskmgr.exe), otra es reiniciar el sistema por completo, o directamente evitar cerrar la ventana y minimizarla, como quien encierra al monstruo debajo de la cama esperando que no despierte.
Y así, en el universo cada vez más surrealista de Windows 11, nos encontramos con que la herramienta que usamos para matar procesos rebeldes se ha convertido en uno de ellos. Puede que no sea el bug más grave en la historia del sistema operativo, pero desde luego es uno de los más irónicos. Porque cuando hasta el propio Administrador de tareas se niega a morir… quizá ha llegado el momento de aceptar que nada es eterno, salvo los procesos zombie.
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