La Gira Acústica 2025 de Los Bunkers esta noche logró una cifra que parecía exagerada incluso para ellos. 61 conciertos tras hacer los dos seguidos en el Movistar Arena. Han sido 61 funciones en teatros de Chile y México, más un salto a un festival en Colombia. Todo para pulir un formato que creció a partir de su histórico MTV Unplugged y que terminó convirtiéndose en un organismo vivo.
Después de tantos escenarios íntimos, podía esperarse que, al aterrizar en dos Movistar Arena completamente agotadas, apostaran por un espectáculo más grande o una adaptación pensada para un recinto masivo. Y fue al revés. La banda se quedó con la misma precisión artesanal que definió el proyecto. Sin trucos, sin reverberaciones vacías. Solo guitarras acústicas. Cuerdas afiladas por la memoria. Ritmos contenidos que golpean más fuerte precisamente por su quietud. Y esa habilidad casi antinatural de tocar canciones conocidas como si fueran nuevas. Pero el golpe a la realidad viene de parte de los fans que, en extasis, se encargaron de amplificarlo todo hasta la estratosfera cantando cada una de las canciones.
El quinteto clásico —Mauricio y Francisco Durán, Álvaro y Gonzalo López, más Cancamusa en batería— se apoyó en un ensamble ampliado que ya es clave en esta etapa acústica. Carmen Ruiz, música mexicana y comodín luminoso en escena, se mueve entre teclados, percusión suave y coros que iluminan cada transición. Matías Benavides y Gregorio Madinagoitía completan el entramado, sumando capas de cuerdas y texturas que mezclan acero, nylon, ecos latinoamericanos y líneas de teclado que abren espacio sin sobrecargar. En vivo, ese cruce de timbres hace que canciones grabadas hace décadas respiren distinto. No se rejuvenecen, sino que envejecen con gracia.

El repertorio de ambas noches mantuvo la columna vertebral de la gira. Un setlist que mezcla himnos propios con guiños a influencias que la banda ha reivindicado siempre,“Miéntele” funciona como un golpe de realidad para ajustar los oídos al formato. Luego vienen “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín”, “Las cosas que cambié y dejé por ti”, “Bajo los árboles”, “La exiliada del sur”, “Calles de Talcahuano”, “Si estás pensando mal de mí”, “Sur”, “La velocidad de la luz” y “Nada nuevo bajo el sol”.
Es un bloque que repasa casi 25 años de historia sin caer en solemnidades. Las referencias a Silvio Rodríguez con “El necio”, “Amgel para un final”, “Quien fuera”. Y la transición de “Canción para mañana” hacia “Al final de este viaje en la vida”. Todo eso recuerda que Los Bunkers siempre fueron una banda de guitarras, pero también de ideas. Y en acústico, esas ideas suenan más nítidas.

Uno de los momentos más emotivos lo trajo la canción más nueva que tienen hasta el momento Los Bunkers. Una que se estrenó precisamente te en su disco MTV Unplugged y que, en palabras del mayor de los Durán, con estos tiempos de elecciones nos recuerda que debemos estar unidos. El respeto y catarsis del público entregó una postal imborrable con las tribunas y galerías encendiendo las luces de sus dispositivos. Cuales luciérnagas en medio de una noche iluminada. Y con reverencia en la usanza de The Beatles cerrando la canción.
El otro momento infaltable llegó al cierre. Carmen Ruiz, que durante el show mantiene un perfil sereno, toma el micrófono con energía repentina para liderar la mezcla entre “Bailando solo” y “Heart of Glass”, de Blondie. Es un chispazo eléctrico dentro de un concierto acústico, un contraste que funciona porque no intenta ser un quiebre forzado. El público lo sabe y lo celebra. Ambas noches se sintieron iguales ahí: como si la banda soltara una sonrisa cómplice antes de despedirse.

La solemnidad llegó con el Cuarteto Austral y “Llueve sobre la ciudad”. En el Unplugged ya era una joya, pero oírla en un recinto de 15 mil personas, en completo silencio durante los primeros compases antes de que su autor cantara la primera linea, la volvió casi ritual. Las cuerdas le dan un tono cinematográfico, una melancolía elevada pero nunca impostada. Es un ejemplo del equilibrio que Los Bunkers lograron en esta gira: respetar la canción original y, a la vez, dejarla crecer. Y por si fuera poco, apareció en su forma tradicional en el bis.
A pesar de sus dos horas y un poco más, el concierto nunca se siente corto: avanza, respira, se repliega y remata en el momento justo. Con puntualidad, Camilo Salinas abrió a las 20:00 y la banda entró cerca de las 21:00, manteniendo la disciplina que ha sostenido esta temporada maratónica.

Lo más sorprendente es que, pese al tamaño del recinto y al ruido natural de un show masivo, el espíritu siguió siendo íntimo. Como si la banda hubiera metido un teatro dentro del Arena y lo hubiera abierto para todos. Esa es quizá la mejor forma de dar cuenta estas dos noches: la capacidad de Los Bunkers para convertir un coloso en una sala de estar sin perder fuerza, emoción ni esa cualidad extraña de hacer que cada canción, incluso las que llevan décadas sonando en radios y listas, parezca nueva cada vez que empieza.
La entrada Los Bunkers acústicos en Movistar Arena: el arte de volver a iluminar sus canciones se publicó primero en Futuro Chile.

