La leyenda de Lilian Gish en el mundo del cine llegó, paradójicamente, de la destrucción del propio cine. Y es que la que después sería una de las primeras grandes estrellas de la industria empezó vendiendo caramelos y palomitas en Illinois, cerca del cine Majestic. Cuando este se quemó y el negocio dejó de tener sentido, la familia decidió probar suerte en Nueva York. Un Nueva York de 1912 mágico, vibrante, único, en el que dos recién llegadas podían hacerse amigas de la actriz infantil más importante del momento… y convertirse en mitos.
Pasos de Gish-gante
La mismísima Mary Pickford, que llevaba tres años en la industria como actriz para D. W. Griffith y que incluso había escrito ya algunos cortometrajes, conoció a Lilian y Dorothy Gish porque eran vecinas. Se hicieron rápidamente amigas y ese mismo año les presentó a Griffith y los productores: aunque Lilian tenía 19 años, mintió y se bajó la edad hasta los 16 para que fuera más fácil contratarla en aquel cine silente donde las normas no importaban demasiado. Lo consiguió, y de qué manera.
Ambas hermanas debutaron en ‘An Unseen Enemy’, de Griffith, donde hicieron el papel de damiselas en apuros. Para haceros una idea de hasta qué nivel Gish lo dio todo a partir de ahí, en mitad de un rodaje (de ‘A good little devil’, para más señas) tuvo un brote de anemia a base de trabajar y trabajar sin parar. Su carrera en el cine se volvió una auténtica obsesión -hubo una escena para la que estuvo tres días sin comer y así parecer mucho más agónica- y solo en 1913 apareció en 18 cortometrajes, tanto de Griffith como de Christy Cabanne y Dell Henderson.
De manera subsecuente, en 1915 se convirtió en la estrella de ‘El nacimiento de una nación’, a la que siguió ‘Intolerancia’ el año siguiente: incluso en 1920 acabaría dirigiendo una película perdida titulada ‘Remodeling her husband’, antes de retirarse diciendo que la dirección es «cosa de hombres». Su carrera después del sonido continuó hasta 1987 (haciendo obras maestras como ‘La noche del cazador’), cuando rodó, junto a Bette Davis, ‘Las ballenas de agost0’. Vamos, que si os gusta el cine debéis conocerla y acercaros a su obra sí o sí.
El método Griffith
Aunque en sus últimos años la producción (obviamente) bajara, su pasión por hacer cine continuó a lo largo de los años, hasta el punto en el que siguió contestando cartas de los fans hasta bien entrados los años 80. Estos días, de hecho, ha resurgido una respuesta que le dio a Steve Stoliar, que le preguntó si en las películas mudas había guion o solo una descripción de lo que estaba pasando. Y la respuesta, francamente, puede que te sorprenda.
No había guion. El señor Griffith te daba la trama y, como no había dinero en aquellos días y el celuloide era caro, ensayamos y ensayamos y ensayamos antes de rodar. Los escritores de las cartelas estaban ahí desde el principio para observar, tomar notas y «sentir» la película. Fuera de los ensayos, los actores se inventarían el diálogo que encajara con la situación y/o la acción de la escena, y de ahí los escritores podrían tomar notas que evolucionaban en las cartelas finales.
Eso sí, advierte que «No era improvisación. ¡Era un ensayo meticuloso bajo la guía del Padre del Cine, D. W. Griffith!». Curiosamente, la última película que hizo con él, en 1921, también tenía como co-protagonista a su hermana. Pero ‘Las dos huérfanas’ se hundió en taquilla demostrando que, después de todo, ni siquiera el método Griffith era perfecto. Otra época, otro Hollywood: ¿Os imagináis a Tom Cruise contestando correos de los fans con curiosidades dentro de veinte años?
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La primera gran estrella de la historia del cine desveló cómo se hacían los guiones durante la era de las películas mudas… Y no es lo que esperas
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Espinof
por
Randy Meeks
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