La guerra tecnológica y comercial que enfrenta a Estados Unidos y China no para de abrir nuevos frentes de debate. El último, derivado de la singular situación de Nexperia, está comenzando a apuntar a un futuro en el que el desacoplamiento europeo de la industria de chips china puede acabar teniendo un efecto que es especialmente inquietante.
O papá, o mamá. El sector estratégico de los semiconductores se ha convertido en foco absoluto de esa guerra comercial, y aquí Europa ha sido tradicionalmente un aliado de seguridad de Washington, pero al mismo tiempo un socio económico clave de Pekín. El problema es que el viejo continente se ha visto a elegir bando. La presión estadounidense para el «desacoplamiento» tecnológico, sumada a las preocupaciones sobre la seguridad nacional, ha forzado a la Unión Europea a endurecer su postura hacia las inversiones y las empresas chinas.
Riesgo para Europa. Ese esfuerzo europeo por desacoplar su industria de chips de China, lejos de blindar la seguridad del continente, podría acabar siendo contraproducente y autodestructivo. Con dicha decisión Europa estaría asumiendo enormes costes económicos y de cadena de suministro para alinearse con Washington, poniendo en riesgo el futuro de sus propias industrias, como la automotriz o la electrónica, que son altamente dependientes del mercado y producción chinas.
El caso Nexperia. El epicentro reciente de este conflicto es el citado caso Nexperia. A finales de septiembre, el gobierno de Países Bajos invocó una antigua ley de sguridad nacional para tomar el control efectivo de Nexperia, una empresa neerlandesa de chips para la industria de la automoción. Esa empresa es en realidad propiedad de la firma china Wingtech, y la intervención marcó un peligroso punto de inflexión, transformando la adquisición de tecnología por parte de China de un asunto económico a uno de seguridad geopolítica.
Venganza de Pekín. El gobierno chino no se quedó de brazos cruzados. El Ministerio de Comercio chino prohibió la exportación de ciertos componentes terminados de Nexperia desde China a Europa. Esas represalias paralizaron la entrega de piezas clave, amenazando con provocar una nueva crisis de chips en Eruopa, y afectando especialmente a fabricantes automovilísticos en Alemania y otros países que dependen de ese suministro.
Rusia se frota las manos. Si la industria de chips en China se ve forzada a operar bajo una estricta separación de los mercados europeos (desacoplamiento), y Europa deja de ser un destino o proveedor viable, a China le podría resultar más fácil suministrar esos chips a Rusia, que los necesita desesperadamente para sus programas de armamento, sobre todo tras las severas sanciones occidentales.
Ironía estratégica. La situación es paradójica. Las acciones de «seguridad» europeas destinadas a contener la influencia china pueden acabar resultando en una transferencia de capacidad de suministro tecnológico hacia Rusia. Así fortalecerían sin querer la máquina de guerra del que es el adversario más inmediato de Europa en el conflicto ucraniano.
Se repite la historia. En realidad lo curioso es que se sospecha que todos estos acontecimientos forman parte de un patrón histórico. Europa es arrastrada a un conflicto por EEUU (primero Irak, luego Afganistán, ahora este desacoplamiento) solo para que Washington se retire o cambie de enfoque más tarde, dejando a Europa sola y asumiendo el impacto de la ruptura de las cadenas de suministro. No parece que haya habido mucho pensamiento estratégico por parte de la UE y de Países Bajos a la hora de tomar esa polémica decisión con Nexperia.
EEUU también gana. Esta dinámica parece afianzar aún más el papel protagonista de Washington, que si empuja a Europa al desacoplamiento no solo restringe a un rival (China) sino que logra que los países europeos aumenten masivamente su gasto en defensa. Un gasto que, obviamente, recalaría en la industria militar estadounidense.
Una encrucijada. Europa se enfrenta a problema estratégico colosal. Su seguridad depende de EEUU, su economía está muy ligada a China, y al mismo tiempo busca su propia autonomía. Las restricciones a los semiconductores provocan que Europa corra el riesgo de sacrificar su propia prosperidad económica a largo plazo a favor de una estrategia que podría ser abandonada por su principal aliado.
Consecuencias a largo plazo. Si esta tendencia iniciada con el caso Nexperia se consolida, se destruirán cadenas de valor europeas dependientes de Asia, además de un aumento de la inflación por el coste del desacoplamiento y un posible fortalecimiento de las relaciones entre China y Rusia. Lo que está pasando con Nexperia ya no es solo un pleito corporativo, sino el símbolo de una UE que está siendo gobernada sin una visión clara de sus propios intereses a largo plazo.
Imagen | Nexperia | Kremlin
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 La noticia
      
        La ironía geopolítica que estamos viviendo en la guerra de chips tiene a un inesperado beneficiario: Rusia  
      
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        Xataka 
      
             por 
        Javier Pastor
       
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