Se inauguró a bombo y platillo como uno de los proyectos de energía renovable más innovadores de Estados Unidos. Diez años después, solo ha servido para fascinar a los pasajeros de los aviones que sobrevuelan el desierto de Nevada. Es el fiasco de Crescent Dunes.
10.347 espejos en el desierto. Con una potencia de 110 MW, Crescent Dunes tiene más de diez mil espejos que concentran la luz del sol en una torre central de 200 metros. Fue la segunda planta de energía termosolar con almacenamiento en sales fundidas, después de la española Gemasolar. Pero construida a una escala seis veces mayor, con la intención de almacenar hasta 1,1 GWh de energía y ofrecer un suministro flexible de electricidad para 100.000 personas.
Sin embargo, el ambicioso proyecto construido entre 2011 y 2013 en Tonopah, a medio camino entre Las Vegas y Reno, nunca ha cumplido su promesa.
Un despilfarro multimillonario. El promotor del proyecto era la empresa californiana SolarReserve. Su precio: cerca de 1.000 millones de dólares, que fueron financiados por inversores de la talla de Warren Buffet o Citigroup con préstamos garantizados por el gobierno estadounidense.
Crescent Dunes nació bajo el acuerdo de entregar a NV Energy, la compañía eléctrica de Nevada, el 100% de la electricidad que generase durante 25 años. 500.000 MWh al año, tanto de día como de noche gracias a las 10 horas de almacenamiento que proporcionarían las sales fundidas. Pero la energía nunca llegó, o lo hizo a un precio desorbitado.
En quiebra. En 2019, NV Energy demandó a SolarReserve por incumplimiento de contrato y canceló el acuerdo de compra de energía. Los costes de mantenimiento de la instalación y los salarios de los empleados acabaron haciendo inviable el proyecto tras perder a su único cliente, lo que llevó al cierre de la planta.
Los inversores de Crescent Dunes se retiraron del proyecto y demandaron también a SolarReserve por una mala gestión del capital. Crescent Dunes fue declarado en quiebra al año siguiente, confirmando lo que venía fraguándose desde su inauguración: el mayor fiasco en la historia de la energía renovable de Estados Unidos. La planta pasó a manos del gobierno como parte de una expropiación.
Señalan a una empresa española. Tras abandonar el proyecto, Bill Gould, cofundador de SolarReserve, señaló como culpable del fracaso a la empresa española ACS Cobra, copropietaria y responsable de la ingeniería de la planta, acusándola de diseñar un depósito de almacenamiento defectuoso.
A pesar de las acusaciones, SolarReserve no emprendió acciones legales contra la empresa española, antigua filial del Banco Santander y del Grupo ACS que dirige Florentino Pérez. El tanque de sal de Crescent Dunes fallaba porque era muy grande. Las diferencias de temperatura altas dan como resultado una mayor expansión, que genera mayores fuerzas de compresión. En diámetros muy grandes, la probabilidad de fallo a causa de las cargas cíclicas se multiplica.
Una tecnología ineficiente. La energía termoeléctrica solar (CSP) no ha tenido la adopción masiva que tiene la fotovoltaica debido a su alto coste inicial y la falta de avances en el almacenamiento térmico. En lugar de paneles solares que convierten la luz en electricidad, estas plantas tienen heliostatos que persiguen el sol con sus espejos para concentrar la luz en una mezcla de sales fundidas.
Las sales fundidas almacenan energía térmica a temperaturas de entre 290 y 565 grados Celsius. Esta energía se puede utilizar a demanda para calentar agua y producir vapor; vapor que a su vez mueve una turbina para generar electricidad. Tiene sus ventajas (es flexible, mientras que en la fotovoltaica es intermitente), pero en 2015, cuando se inauguró Crescent Dunes, ya era un sistema obsoleto.
ACS opera ahora la central. Crescent Dunes no solo es un fracaso por los problemas con el depósito de sales. La central puede generar electricidad, pero a un precio demasiado alto: de 135 dólares el MWh, cuando una granja solar fotovoltaica ofrece precios por debajo de los 30 dólares el MWh.
A pesar de todo, la deuda fue suspendida con un pago de 200 millones de dólares. Crescent Dunes reabrió en 2021 bajo propiedad de ACS y con un nuevo contrato de NV Energy. El año pasado produjo 80.236 MWh.
Imagen | BLM Nevada
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La noticia
El mayor fiasco de la energía solar está en el desierto de Nevada: no sirve y su promotor culpa a una empresa española
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Matías S. Zavia
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