La película de ‘La sustancia’ está siendo un éxito inesperado en taquilla, y no podemos alegrarnos más. Que una película tan excesiva, sangrienta y grotesca como la última de Coralie Fargeat esté teniendo tan buena acogida me sorprende muy gratamente, y más teniendo en cuenta el nada disimulado corte de mangas que hace a la sexualización femenina en pantallas.
Del fetichismo al horror
Aunque queda muy clara la tesis de ‘La sustancia’ una vez terminamos sus casi dos horas y media de metraje, Coralie Fargeat juega muy bien sus cartas a la hora de estructurar su película, especialmente en lo que a lenguaje audiovisual se refiere.
Empezando con la decisión de arrancar con esa Demi Moore estupenda en traje de aerobic, lo que provoca un inevitable hastío ante lo que parece el enésimo intento de poner a una actriz con belleza canónica como ejemplo de «sufrir las desavenencias de la edad»… pero es que precisamente se trata de eso.
Fargeat comienza agitando a la audiencia con esa frustración, al mostrar que ni siquiera una actriz tan deslumbrante como Elizabeth escapa al edadismo y a las exigencias imposibles de la supuesta fábrica de sueños que es Hollywood. No obstante, la verdadera genialidad de la película va incluso más allá de esa premisa.
La directora juega con lo que comúnmente conocemos como «la mirada masculina» y la utiliza en la propia narración de la película para llevarla a su terreno: en la primera mitad, recurre a menudo a los desnudos (con muchos planos cerrados, para más inri) para generar así una incomodidad patente en el público.
Una incomodidad ante esa forma de fetichizar el cuerpo femenino y regodearse en su sexualización, como bien ejemplifica la escena en la que el equipo de realización del programa repasa fotograma a fotograma el movimiento de pelvis de Margaret Qualley, supuestamente en busca de algo raro que se ha visto en pantalla.
Esta sexualización no hubiera disonado en absoluto en películas de hace 20 o 30 años, no obstante, perturba por el propio contexto de la cinta y por la forma en que el guion condena desde sus primeros compases esas imposiciones al cuerpo femenino, ejemplificadas en el desagradable personaje de Dennis Quaid.
Esa agitación que sentimos, en especial en el desfile de culos y cuerpos en movimiento que es la escena de la grabación de ‘Pump it up’, ya nos va preparando para la escalada dramática que se va a producir en todo lo que nos queda de película.
Lo que en un principio eran desnudos armónicos y sensuales comienza a truncarse desde que, literalmente, Fargeat destruye el cuerpo femenino la primera vez que Elizabeth prueba la sustancia y se le abre la espalda de arriba abajo. Ese es un tímido toque de atención en lo que luego se convierte en el equivalente cinematográfico a despellejar la male gaze a mordiscos.
Sin entrar mucho en spoilers (que Twitter ya ha hecho suficiente adelantando demasiadas cosas), los cuerpos femeninos de esta película van dejando de derrochar erotismo para dar paso a lo grotesco. Dejan de estar hechos para que el espectador obtenga placer al mirarlos y hacen que quiera apartar la mirada.
La sátira de Fargeat funciona a la perfección, al poner en contraposición esa búsqueda de una perfección inalcanzable del principio (no solo con el despido de Elizabeth, sino también con las chicas jóvenes del casting), con esta explosión de sangre, horror, violencia y monstruosidad que, de forma paradójica, termina resultando un festival aberrantemente bello en su excesividad.
Por supuesto, ‘La sustancia’ tiene otras muchas virtudes que hacen de ella una de las películas del año, pero sin duda su forma de utilizar la mirada masculina, retorcerla y destruirla hasta llegar a esos niveles de intensidad demuestran su genialidad y sirve como colofón perfecto para perfilar esta estupenda pesadilla cinematográfica.
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La noticia
Creo que si vas a ver culos en ‘La sustancia’, vas a salir escaldado de su maravillosa explosión de violencia, sangre y horror
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Espinof
por
Carla Monfort
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