Después de años dedicándome a crear contenido divulgativo sobre cine, y siendo plenamente consciente del esfuerzo titánico que supone levantar un largometraje desde la idea hasta su estreno, con suerte, en una sala de cine, pocas cosas apetecen menos que escribir un texto sobre una película que me ha dejado frío como un témpano. Por eso, con el caso de ‘Bugonia’, voy a optar por lo didáctico y a señalar uno de los grandes pilares que deberían sostener toda cinta que aspire a «funcionar» —signifique lo que eso signifique— y a conectar con el público.
Luces…
Que este primer párrafo no conduzca a equívocos: lo nuevo de Yorgos Lanthimos está lejos de ser lo que los críticos más destructores —en 2025 siguen sobrando canallitas— calificarían de «producto fallido» o «desastre». De hecho, el filme hace gala de dos elementos que la convierten en una propuesta ideal para disfrutar en una sala de cine bien equipada, comenzando por las interpretaciones de Emma Stone y Jesse Plemons.
Entre los dos, ya familiarizados con el estilo y el tono del cineasta griego, y con la inestimable ayuda de Aidan Delbis, cargan sobre sus hombros la inmensa mayoría del peso de una producción en la que los monólogos y los intercambios de diálogos corrosivos —y muy difíciles de llevar a buen puerto en términos interpretativos— se elevan como las armas más contundentes que podamos imaginar. Pero las virtudes no se reducen al elenco.
Junto a Stone y Plemons, que se alían nuevamente con Lanthimos tras ‘Kinds of Kindness’, deslumbra la dirección de fotografía de Robbie Ryan, ejecutada en unos hermosos 35mm y con un aspect ratio de 1.50:1 que da un empaque especial a ‘Bugonia’ y que la hace merecedora de entrar en el top 10 con los mejores trabajos visuales del curso cinematográfico. Únicamente por sus juegos con los angulares y su destreza al moverse en interiores, la labor del DP es digna de todos los elogios.
… y sombras
Por desgracia, una vez mencionados estos dos meritorios aspectos, llega la parte menos agradable y que gira en torno al hecho de que, a pesar de contar con una premisa interesantísma y perfecta para jugar dentro y fuera de la pantalla fui incapaz de conectar con la propuesta en sus dilatadas dos horas de metraje. El motivo no fue otro que la desconexión total con sus personajes.
Tanto Michelle como Teddy son presentados como dos individuos ligeramente despreciables y, por mucho flashback lacrimógeno —y muy bien ejecutado, todo sea dicho— que se utilice y mucha escena de tortura que se use, los esfuerzos de Lanthimos por trazar lazos emocionales entre ellos y el espectador terminan siendo en vano. Al final del día, se necesita mucho más para que dos figuras tan antagónicas como estas despierten sensaciones puras y viscerales en el patio de butacas.
Cuando este ejercicio de empatía no termina aterrizando, todo lo que nos queda es observar durante lo que dure la película que estamos viendo, ya sea esta o cualquier otra, un surtido de rostros pasando penurias o alegrías que, en última instancia, somos incapaces de compartir como público. Y, claro, sin esta catarsis a través de la pantalla y sin emoción, el cine, no es cine.
De igual modo, insisto en subrayar que ‘Bugonia’ es una cinta merecedora de nuestro tiempo. Únicamente, me he visto incapaz de sumergirme en una propuesta tan cínica que parece no tener un ápice de cariño por sus personajes y que está dirigida por un Yorgos Lanthimos demasiado ocupado en pensar cómo impactar —delirante e innecesaria la escueta subtrama con el policía canguro de Teddy— y no en cómo emocionar.
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La noticia
‘Bugonia’ demuestra que da igual lo bien que hagas las cosas: una película no va a funcionar si los personajes no generan empatía
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Espinof
por
Víctor López G.
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