El cine siempre ha sido un arte que emociona primordialmente a dos sentidos: la vista y el oído. Sin embargo, ¿qué pasa con el resto? Aunque nunca han sido una preocupación real de la industria, hay experiencias tematizadas con cena incluida para alimentar el gusto, y el tacto forma parte básica de la experiencia en los nuevos cines 4DX. Pero… ¿Qué pasa con el olfato? No será porque no haya habido intentonas, desde luego: de hecho, hace sesenta años, Hollywood creyó, durante un momento, que era el futuro y merecía la pena competir por él.
Algo huele a podrido
En los inicios del cine, los cineastas eran más maestros de ceremonia circenses que artistas, y buscaban todo tipo de maneras locas de atraer al público a esta nueva invención. Y una de ellas, por supuesto, fue, una vez pasada la emoción de lo visual en movimiento proyectado en una pantalla, el olor. No es una decisión baladí: también servía para camuflar el del propio público, encerrados durante mucho tiempo en un lugar cerrado y sin la higiene (ni la purificación de aire) de hoy en día. En el año 1906, Samuel Rothafel, más conocido como «Roxy», decidió adornar una proyección sobre el desfile de las rosas de Pasadena (California) colgando del techo decenas de algodones gigantescos impregnados en aceite de rosas. Tan imaginativo como ineficaz.
A lo largo de los años hubo diferentes intentonas, desde un cine que se equipó con diferentes aromas para una película sobre flores hasta la fragancia que se ponía en algunas salas donde se proyectaba ‘Melodía de Broadway’ -concretamente, la de la naranja- y ‘El gran combate’. En estos casos solo había un olor, que servía como ambientador general y ponía en contexto la película. Y no era mala idea, desde luego, porque un siglo después ha vuelto: algunos cines 4DX, por ejemplo, pusieron un ambientador de chocolate para el estreno de ‘Wonka’. El uso narrativo de los olores vendría un poquito más adelante en el camino.
A lo largo de los años 30 se hicieron no pocos esfuerzos por llevar el olor adelante en el cine, e incluso Walt Disney tonteó con él para llevarlo a todos los sitios con ‘Fantasía’, pero se le hacía muy caro y decidió echarse atrás en el último momento. A ello hay que sumarle un proyecto en la Exposición Universal de 1939 en Nueva York donde el proyeccionista, Hans Laube, manejaba los distintos olores utilizando un panel de control. El sistema se conocía como «Scentovision», pero no duró mucho con ese nombre. Todo sea dicho, los pocos que fueron a ver la proyección y otras pruebas posteriores en las que se vio, entre otros, el mediometraje ‘Mein Traum’, salieron mareados. Pero la industria del olor ya estaba en marcha.
Olores y desacuerdos
Laube nunca se rindió con su sueño de llevar el olor al cine: patentó un nuevo sistema en 1957 con el nombre de Smell-O-Vision, en el que ya no hacía falta que el proyeccionista estuviera atento porque a medida que pasara el propio metraje dejaría escapar distintos contenedores de perfume, que se presionarían con agujas en el momento adecuado dejando que el cine entero notara el olor en cuestión gracias a unos tubos instalados en cada butaca.
Y si en su día estuvieron a punto de usar el sistema para ‘La vuelta al mundo en 80 días’, ahora Laube estaba dispuesto a mostrar lo que era capaz de hacer con una película hecha tan solo para glorificar su sistema: ‘Scent of mystery’, que su director, Michael Todd Jr, calificó como una «scentsation». Spoiler: fue aún peor que su juego de palabras.
‘Scent of mystery’ era una película protagonizada por Denholm Elliott y Peter Lorre (que sufrió un infarto durante el rodaje), con un cameo de Elizabeth Taylor y ambientada en unas vacaciones en España. De hecho, se rodó en Barcelona, Granada, Córdoba, Sevilla, Pamplona y Málaga, entre muchísimos otros lugares patrios, solo con la idea de mostrar todo el potencial del sistema. ¿Cómo? Pues permitiendo que el público de esta comedia de misterio pillara pistas gracias a su talento olfativo (por ejemplo, el asesino se caracterizaba por fumar en pipa) o ayudando a entrar de manera más inmersiva en la cinta.
Algunos de los olores (más de veinte) que se lanzaron fueron tabaco, café, pescado, limones, rosas, ajo, vino, pólvora, pimienta, abrillantador de zapatos, gasolina, perfume, flores, brandy, aire fresco marino, melocotones, plátanos y virutas de madera. ¿Cuál era el problema? Pues, efectivamente, que el sistema tenía que ponerse bajo cada asiento y su instalación costaba de 25 a 30 dólares, por lo que necesitaban 31 sesiones completas (a un dólar el asiento) para cubrir gastos. No lo hizo. Fue un fracaso (más o menos) y no quedó otra que volverla a lanzar, sin olores, con el título ‘Holiday in Spain’… aunque el momento en el que acercaban alimentos a la cámara no tuviera ningún sentido.
¿Cuál fue el problema? ¿Por qué Smell-O-Vision no funcionó? En la época se quejaron de tres cosas, básicamente. La primera, que los olores no estaban bien sincronizados y salían antes de lo normal, creando disonancia en el espectador. La segunda, que en algunos asientos los olores eran muy poderosos (demasiado) y en otros muy, muy débiles, con unos sonidos saliendo de los tubos que distraían de la película. Y, sobre todo… que ningún olor era realmente reconocible y todos olían a colonia barata. Para cuando sus productores consiguieron ajustarlo y perfeccionarlo, ya era demasiado tarde: la película había sido un fracaso y el gimmick, definitivamente, no había funcionado. Pero lo curioso es que no era el único sistema con olor en aquel momento.
Aroma con amor
Smell-O-Vision es el intento más conocido del olor en el cine, quizá porque es también su mayor fracaso. Sin embargo, Hollywood estuvo dispuesto a enfrentarlo con otro formato conocido como Aromarama, que antes de este nombre se llamaba Weiss-Rhodia Screen-Scent y fue creado por Charles Weiss, que estaba convencido de que en el futuro, «creador de olores» sería un trabajo en el cine tan reconocido como el de editor o compositor.
De esta aventura solo surgió una película, el documental ‘Behind the great wall’, que ya había sido un éxito en Europa y que durante dos horas hablaba sobre China y permitía que el público oliera hasta 72 olores distintos. La competición fuera hizo que se estrenara tan solo un mes antes de ‘Scent of mystery’, convirtiendo así las butacas de los cines en «la guerra de los olores» por ver cuál sería el sistema predominante en el futuro.
Ahora ya sabemos que ambos fracasaron brutalmente, en parte porque ‘Behind the great wall’ tuvo críticas fantásticas en su versión sin olores… y terribles en las sesiones que añadían el AromaRama. De hecho, el público del momento lo calificó como un «caos olfativo» porque los olores no paraban de aparecer sin haberse extinguido todavía el anterior, porque el sistema de aire acondicionado no estaba, ni lejanamente, tan preparado como el actual para eliminarlos.
Weiss jamás se rindió, y siguió añadiendo olores a películas antiguas para enseñar cómo debía hacerse. Tristemente, solo le interesó a él y la gran batalla de los olores se hundió para siempre. Al menos, hasta 21 años después, cuando el siempre rompedor John Waters decidió hacer su propio Smell-O-Vision, llamado Odorama, para su película ‘Polyester’. En ella, los espectadores debían rascar y oler unas tarjetas cuando la película lo pidiera. Los olores incluían flatulencias, pizza, gasolina, pegamento y gas natural, al estilo de Waters.
Curiosamente, la película tuvo éxito y las tarjetas se han ido reeditando con los años, incluyendo su edición especial en DVD y su primera emisión televisiva. Además, el Odorama es el único sistema que ha sobrevivido en el tiempo. Sí, como suena: también fue utilizado por ‘Los Rugrats: Vacaciones salvajes’ y, años después, remodelado con el nombre de Aromascope (tras una amenaza de demanda de Waters), en ‘Spy kids 4’. No hacía falta una tarjeta para saber que la cosa olía bastante mal.
Actualmente ha habido intentos modernos de introducir el olor en el cine, pero normalmente se reducen a uno exclusivamente (se han hecho pruebas, por ejemplo, en algunas proyecciones de ‘El gran azul’ o ‘Charlie y la fábrica de chocolate’), algo que también pueden notar los muy fanáticos del cine en 4DX. Probablemente, y más allá de momentos puntuales, como la restauración de ‘Scent of mystery’ en 2015, nunca volvamos a oler el cine. Sin embargo, es bonito pensar en un futuro, por qué no, de narices.
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Aquella vez que Hollywood quiso convencernos de que oler el cine era el futuro… y solo duró dos películas
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Espinof
por
Randy Meeks
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