
Cuando una empresa como Apple modifica la dirección de uno de sus proyectos más ambiciosos, no suele hacerlo por capricho ni improvisación. El camino hacia la computación espacial —esa fusión entre lo físico y lo digital a través de dispositivos inmersivos— está teñido de incertidumbre, y la compañía de Cupertino ha decidido mover ficha. Según varias fuentes, Apple habría pausado el desarrollo de la segunda generación del Vision Pro para centrar sus recursos en el diseño de unas gafas inteligentes más livianas, pensadas para interactuar con el iPhone y dotadas de funciones avanzadas de voz e inteligencia artificial. Un movimiento que no solo altera su hoja de ruta en el hardware de realidad mixta, sino que deja entrever un cambio de prioridades más profundo.
El dispositivo conocido internamente como Vision Pro 2, que apuntaba a ser una evolución más ligera y refinada del actual visor de gama alta, queda así en suspenso. Apple había previsto su llegada para 2027, pero buena parte del personal implicado ha sido reasignado al nuevo proyecto: unas gafas inteligentes que servirían como accesorio al iPhone, sin necesidad de pantalla integrada. Estas gafas, según los informes, estarían en una fase avanzada de diseño, con el objetivo de ofrecer funciones prácticas mediante comandos de voz, y servirían como plataforma para probar en el mundo real varias de las apuestas de Apple por la inteligencia artificial contextual.
La información publicada sugiere que Apple trabaja, en realidad, en dos versiones distintas de este nuevo producto. Una más sencilla y dependiente del móvil, pensada como primera aproximación, y otra más avanzada que sí contaría con su propia pantalla. Este modelo, que habría sido priorizado recientemente, integraría elementos visuales y podría competir directamente con las nuevas gafas inteligentes de empresas como Meta. En ambos casos, Apple estaría apostando por una experiencia más sutil, menos intrusiva y más cotidiana que la que ofrece el Vision Pro, cuyo precio, volumen y necesidades de uso lo convierten en un dispositivo menos accesible.
Eso no significa que Apple abandone por completo su visor estrella. La compañía seguiría desarrollando una versión más básica del Vision Pro, destinada a mantener vivo ese formato sin embarcarse de momento en una segunda generación completa. Este visor «reducido» serviría como alternativa menos costosa, posiblemente recortando funciones como el EyeSight o la capacidad de grabación 3D. Pero el mensaje es claro: la innovación de Apple en realidad mixta no se canalizará, de momento, a través de una nueva iteración del Vision Pro, sino por la vía de unas gafas más convencionales que podrían acercarse más a las expectativas y necesidades de los usuarios reales.
El cambio de rumbo se explica en parte por las dificultades que ha enfrentado el Vision Pro desde su lanzamiento. A pesar de sus capacidades técnicas y su impresionante pantalla, el visor no ha logrado aún convertirse en un dispositivo de uso frecuente ni generalizado. Su alto precio, su peso y la falta de aplicaciones cotidianas han limitado su alcance. A eso se suma el creciente interés del mercado por las gafas inteligentes, donde otros actores están logrando avances importantes. Las gafas Ray-Ban de Meta, por ejemplo, han comenzado a ganar tracción en el mercado como una solución más sencilla y con integración real de funciones útiles para el día a día.
Las gafas inteligentes ofrecen una ventaja clara: permiten a las tecnológicas explorar funciones avanzadas —como la asistencia por voz, las notificaciones contextuales o la interacción con asistentes virtuales— sin exigir al usuario que se aísle con un visor voluminoso. El hecho de que puedan integrarse en el estilo de vida cotidiano, sin necesidad de reinventar la forma de consumir contenido o interactuar con el entorno, las convierte en un formato más viable a corto plazo. Apple, consciente de ello, parece haber decidido que el camino hacia la computación espacial no debe pasar necesariamente por dispositivos de 3.500 dólares, sino por un puente más cercano, más natural y menos intrusivo.
Esta decisión no supone un abandono de la visión de Apple para el futuro de la realidad aumentada, sino más bien una revisión táctica. En lugar de empujar a los usuarios hacia una tecnología aún inmadura para el uso diario, la compañía estaría intentando adaptar su propuesta a lo que hoy sí puede tener sentido. Porque, al final, no se trata solo de qué tecnología es posible construir, sino de cuál está el usuario dispuesto a adoptar. Y en esa ecuación, unas gafas ligeras y conectadas, con IA integrada y soporte para voz, parecen tener mucho más potencial a corto plazo que un casco completo.
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